Sobre la música en la Selva

Tomado de Pueblo y Bosque, 1975, P.L. Villanueva Editor

Por FRANCISCO IZQUIERDO RIOS

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La Selva no posee la riqueza de música, cantos y bailes folklóricos de la Sierra y la Costa. Debiendo anotarse, en este aspecto que las fiestas religiosas se celebran sin el desbordante entusiasmo, la pompa, el fanatismo y otros pintorescos matices, de la Costa y la Sierra que han tenido más presión clerical en los tiempos del dominio español; tampoco hay abundancia de iglesias.

Estamos hablando de lo que atañe al pueblo mestizo. Las tribus indias dispersas en la vastedad del bosque, no son, como ya hemos señalado, tema de este libro. En cambio, como también ya registramos, la Selva tiene un copioso y fascinante folklore literario. El pueblo de nuestra región amazónica ha recibido y recibe influencia musical, fundamentalmente, de nuestro pueblo andino, luego de la Costa, así como brasileña, ecuatoriana y de ritmos modernos en auge, preferentemente tropicales, propagados por la radio.

El tanguiño, el puladiño, el fadiño, la samba brasileños, se bailan en toda la región; si bien en los años que corren menos que antes. Igualmente, son apreciados los pasillos y sanjuanitos ecuatorianos, y las cumbias colombianas. Por el descoyuntamiento telúrico del país, con la colosal Cordillera de los Andes al medio, sin carreteras que faciliten una cabal vinculación de las distintas regiones, éstas eran, entre sí, como islas dentro de la geografía nacional. Nuestra Selva, por el río Amazonas, se hallaba más cerca del Brasil y de Estados Unidos y Europa; por lo tanto, contenía una vigorosa influencia foránea. Sin embargo, antes y en el apogeo del caucho, las humanas migraciones andinas llevaban a ella sus músicas, cantos y bailes; corriente que va en aumento, ahora, con la apertura de carreteras y vías aéreas. Es decir, se está efectuando ya una poderosa relación mutua entre la Costa, la Sierra y la Selva, las grandes regiones geográficas del país.

Huaynos, yaravíes, marineras, valses criollos conforman el repertorio popular; aparte de los ritmos modernos universales, que gustan mucho a los hombres de la Selva, por su dinamismo y euforia. El hombre de la Selva es pues, alegre, posiblemente en el mismo grado que el costeño; peculiaridad, además, de su ambiente tropical.

Por supuesto, los huaynos, principalmente, sufren algunos cambios tanto en el aspecto musical como coreográfico; se tocan en un ritmo acelerado, bailándose aún con ellos el tanguiño brasileño.

En la región se conoce el huayno como cachua, chimaychi, chica, chiquita y paisana (Esto de “paisana”, por su procedencia andina, ya que en la Selva se llama al hombre de la Sierra a la vez que shishaco, paisano). Se baila, generalmente en seguida. como complemento, de una marinera. No hay marinera sin chimaychi.

En suma, se puede afirmar que nuestro pueblo amazónico no cuenta con absolutas expresiones musicales y coreográficas genuinas, típicas. Salvo el baile llamado Sitaracuy, pero también con música de “pandilla” o de huayno. Tampoco es una manifestación, digamos, independiente, sino que brota, según el humor y entusiasmo de los bailarines dentro de una colectiva marinera o una pandilla turbulenta.

Proviene el Sitaracuy, como una imitación, del comportamiento de las hormigas del mismo nombre. Estas, negras o amarillas, salen durante el día de sus madrigueras en millares, una tras otra, a los caminos y campos, mordiendo ferozmente a los transeúntes en los pies descalzos; parecen “perros rabiosos”; sus “tijeras” (mandíbulas) hasta se quedan prendidas en la piel de las víctimas. Según el pueblo, la correría de estas hormigas es anuncio de agua-cero, aunque el cielo se halle despejado. Pues, bien. El baile Sitaracuy consiste en saltos, carreras, pellizqueos recíprocos de las parejas de hombres y mujeres, y gritos de simulado dolor, ¡ay! ¡ay! ¡ayas! ¡ayas!, cual si estuvierais siendo mordidos por las hormigas sitaracuys. También toma, especialmente el pellizqueo, un carácter picaresco, sensual… En el fervor de una marinera, de un chimaychi, de una pandilla, a alguien se le ocurre vocear “¡Sitaracuy! ¡Sitaracuy!”… y comienza el jaleo para después reanudar el baile que venían ejecutando.

La “Pava” o “Pavo”, especie de baile-juego. por todos conocido, es ejecutado, como el Sitaracuy, en los momentos en que la fiesta alcanza su mayor clima. El desarrollo de cualquier otro baile puede truncarse, dando lugar al de la “Pava”, ante el grito sugeridor de alguien en ese sentido. Las parejas forman, entonces, en rueda, hombres y mujeres, alternadamente. Al centro se coloca el dirigente o “Pavo Mayor”, quien imparte órdenes que deben ser cumplidas por los demás. Así dice:— ¡Los pavos pican a las pavas!— y los hombres pellizcan a las mujeres—. ¡Los pavos bailan en un pie!. . . ¡Las pavas acarician a los pavos!. . . ¡Las pavas al centro y los pavos afuera!— Y luego indica sorpresivamente:.— ¡Cada pavo con su pava!— Entonces, el Pavo Mayor coge a cualquier mujer y el hombre que se queda sin pareja, desempeña la función de aquél. A veces, el Pavo Mayor no logra coger pareja. lo que da motivo a chacotas, a risas.

La danza Los Machashcas o de hombres borrachos radica en bailar como ebrios— generalmente, en verdad, ebrios— tumbándose de un lado a otro, sobre el cuerpo de las otia5 parejas, especialmente mujeres; más que propiamente baile, es una humorada, que puede llevarse a cabo como la “Pava” y el “Sitaracuy”, dentro del desenvolvimiento de cualquier otro baile. Sin embargo, de repente, irrumpe por las calles del pueblo un solitario grupo de hombres machashcas. Se ejecuta esta danza al compás de pandillas o huaynos tocados en quena o clarinete y tambor. El profesor Carlos Cavero Egúsquiza. ya fallecido. anota en su artículo “La música en la Amazonía Peruana” publicado en el diario El Eco, Iquitos, 28 de julio de 1967: “(…) Los pueblos del Departamento de San Martín con su variedad de costumbres típicas, poseen infinidad de aires musicales o) Los nativos del barrio de Suchiche y del Pueblo, situados en la ribera opuesta de la quebrada Shilcayo, en la ciudad de Tarapoto, ejecutan y bailan las Cajadas celebrando su fiesta clásica (patronal). Estos, en grupos numerosos, aparecen en las calles, portando algunos de ellos pífanos de diversos tamaños y tambores pequeños nue van colgados del dedo meñique de la mano derecha, sirviéndose de los demás dedos para ejecutar el pífano. La mano izquierda marca el compás de la danza dando golpes en el tambor con un palillo. Parte de los individuos que forman el grupo, llevan shacapas (semillas secas como cascabeles). Otro de los individuos, disfrazado con piel de tigre, baila imitando los movimientos de este animal cuando está en actitud feroz (…) La Pandilla, aire popular, se baila recorriendo las calles a manera de comparsas durante los días festivos de “La Patrona” ( ?) Esta música es alegre y la ejecutan tres personas en quena o clarinete, redoblante y bombo. La pandilla a su vez, se clasifica en tres aires musicales de compases diferentes: el shamishami y el changanacuy, que son bailados por parejas de hombre y mujer; y el tambaria que es bailado por mujeres solas, generalmente por viejecitas del lugar”.

Es de lamentar que nuestro recordado amigo Carlos Cavero, Profesor de Música, que aun fuera Director de la Casa de la Cultura de Iquitos, no haya realizado un estudio exhaustivo del folklore musical y coreográfico de nuestra Amazonía … En este sentido, con sorpresa, tampoco sabemos de algún estudio sobre dicha materia del notable músico y educador bretona Julio C. de Pina Peña.

La Pandilla, Pandillada o Cuadrilla es un masivo baile público, ejecutado en las calles, plazas o pampas, aunque también en los salones cuando la alegría de la fiesta llega a su apogeo. La baila todo el pueblo formado en columnas y con los pañuelos en alto. A veces un hombre lleva del brazo a dos mujeres. Las columnas avanzan, retroceden, chocan, se envuelven. Un hombre, desplazándose velozmente de un lado a otro, derrama botellas de aguardiente sobre las cabezas. Algunas parejas se adelantan corriendo, saltando, originando un furioso remolino humano. Hombres y mujeres se enfrentan, entonces, con una pierna levantada (las mujeres la izquierda, y los hombres la derecha), y bailan así picarescamente, con un ritmo incitador, sensual, por lo que esta fase de la pandilla se llama Changanacuy (en quechua changa, pierna, y nacuy, caricia, acariciar[1]) de repente, la pandilla se suaviza, se remansa, se adormece, a los compases de una música lenta, cual rumor de aguacero que se va, fase conocida como Shamishami . . . También. dentro del desarrollo de la pandilla, según el humor de los músicos y bailarines, se ejecutan marineras, cashuas, el sitaracuy. Bailan la molinera, deteniéndose, en plena ca-lle o frente a una humisha. La Pandilla se baila preferentemente en las religiosas fiestas patronales, en las fiestas de San Juan Grande, San Juan Chico (25 de junio), San Pedro y San Pablo y los Carnavales. En ellas se cortan humishas, palmeras traídas del bosque y plantadas en ciertas esquinas de las poblaciones, con adornos, monedas, botellas de licor, panes, gallos cariocos, palomas, atados a sao ramas, idénticas a las yunsas o tumbamonte de otras regiones del Perú; las pandillas culminan en torno a las humishas, las que, después de mucho baile, son cortadas por una pareja mediante un hacha; hombre y mujer, pasándose el hacha, asestan un corte a la humisha a cada vuelta de la danza, hasta derribarla; esta pareja devuelve igual árbol en la fiesta correspondiente del año próximo… Son famosas las pandillas que se bailan en Lluichucucha (laguna del venado), barrio de la ciudad de Moyobamba, capital del Departamento de San Martín, celebrando el Día de San Juan Chico o Pequeño. [2]

La Pandilla se puede bailar con su propia música. con cualquier aire de carnaval o de una cachua (huayno). Tampoco este baile es completamente original (no hay que olvidar la Pandilla de Puno y de otros lugares del Perú), aunque su vigor, su dinamismo extraordinario, su sensualismo y otros matices lo particularizan como inconfundible manifestación del pueblo amazónico. Su misma música, la “Pandilla Lamista” u otras variantes de ésta, tiene influencia foránea (andina sobre todo). También se aprovechan para este baile la “Pandilla” de Celendín, ciudad del serrano Departamento de Cajamarca, y la tonada “Carnaval arequipeño”, además de huaynos, como ya se dijo.

Es necesario hablar algo acerca de la Pandilla Lamista, correspondiente a los indios de la Provincia de Lamas, Huallaga Central, Departamento de San Martín; hombres, como hemos visto en capítulo anterior, descendientes de los chancas, que rebelándose contra el dominio incaico migraron de sus predios serranos a la selva y se establecieron en la zona ya mencionada. Una danza de esa gente es pues, la Pandilla Lamista, musical y coreo-gráficamente peculiar, ejecutada sobre todo, en la ciudad de Lamas, con ocasión de las festividades patronales de Santa Rosa (30 de agosto). Sin embargo, la música de esta danza corre el riesgo de perder su pureza, debido, especialmente, a la influencia de la radio. A este respecto contaré que hace algunos años llegué al pueblo de San Antonio, a orillas del Cumbasa, Departamento de San Martín, habitado por mestizos y por indios lamistas; en la especie de plaza de armas se escuchaba a través de altoparlantes variados programas de música transmitidos de la radio de una tienda comercial; el dueño de esta tienda, potentado del lugar, me proporcionó una cinta magnetofónica en que, entre otras músicas foráneas grabadas, estaba la de la pandilla Lamista de los indios del lugar, que la bailan, particularmente, en las fiestas patronales de San Antonio (13 de junio) Los instrumentos musicales utilizados, por aquellos son el clarinete, el tambor y el bombo; también usan la quena y a veces la quipa, caracol marino… Sucedió que ya en Lima, al ser regrabada en disco esa Pandilla, nos dimos cuenta que dentro de los aires originales contenía trozos extraños, correspondientes a tonadas en boga, asimilados de los programas radiales, desde luego, por los músicos indios.

Con el auspicio del Presidente del Club Departamental San Martín, doctor Valentías Velásquez Olórtegui, el conjunto musical Selva Alegre, de ese Departamento, ha grabado en un long play, Promanex-Lima, 1973, El shiru shiru (Pandilla), Rodillazo baile (Changanacuy), El shacapero (Cajada) y El boten (Changanacuy), en el lado A; y en el lado B, Marginal de la Selva (Movido típico), Cumplimiento (Marinera) y Machay siki masini (Chimaychi) El director del conjunto es el músico popular Clemente Ruiz Panduro, natural de Saposoa, Provincia de Huallaga.

Escuchando, en mi casa, ese disco con el escritor cubano Onelio Jorge Cardoso, éste manifestó que “aparte de la esencia peculiar de dichas piezas musicales, se siente en ellas un algo de aires cubano y de cumbias”. “Y de música brasileña y de huaynos de nuestro pueblo andino” completé yo, ciertamente, todo eso late en las melodías de ese disco, sin que por ello pierda vigorosa característica de expresión del ambiente y pueblo amazónicos.

A mí, particularmente, me ha impresionado el chimaychi o huayno Machay siki masini, por su emoción singular, como ondulación de río.

Se suele cantar las pandillas, por partes o íntegramente, con letra venida de otras regiones o adaptada o creada en forma especial, a veces en el momento. Por ejemplo, aquella cuarteta de otros lares, muy conocida:

Las mujeres son
como la perdiz,
alzan la pollera
y limpian su nariz.

En cambio, ésta es propia de la región:

Un hueso de zancudo
es mi pífano,
Y una carachupa
la caja de mi tambor.

También a las cachuas, marineras y valses les crean o adaptan letras. Tal esta cachua o huayno:

Cuando me fui al Yavarí
mucho lloraste. La misma noche con Pablo Chino
me la pegaste
No soy cauchero de los comunes,
ya tengo lancha y buenos reales que he adquirido
pero sin mancha…

Igualmente, ésta:

La araña pica a la mosca
la mosca pica la miel
y en la plata del cauchero
va picando la mujer.

Otra canción: con aire de marinera, compuesta por “los años del caucho”, de la que sólo nos ha sido posible recoger los dos primeros versos, en los cuales se siente un dejo irónico, por el hambre y otras penurias que padecían los extractores de esa guasa, en el fondo de los bosques:

Si quieres comer iguana
vámonos a la shiringa.

(Shiringa Vocablo de origen brasileño, con que también se nombra al caucho)

En los pueblos del Departamento de San Martín y del vecino Departamento serrano de Amazonas he escuchado el siguiente huayno, cuyo origen estaría, sin duda, en la cordillera de lo Provincia de Santiago de Chuco, Departamento de La Libertad, ya que en la letra se menciona el asiento minero de Quiruvilca:

Las campanitas de Quiruvilca
dan el aviso que ya me voy;
lo que te ruego es niña bonita
no des a otro tu corazón.
Si eres casada,
con tu marido;
si eres soltera
vente conmigo.

¿Y “La contamanina”? Este vals, ahora muy difundido, forma parte del acervo folklórico de nuestra Amazonía. Antes era conocido sólo en la región; y hoy, en todo el país, aun en el extranjero. Yo me acuerdo haber visto, de niño, bailarlo en Moyobamba a mis padres. Por su aparición y auge regional durante los años de la explotación del caucho, se le particularizó como El vals de los caucheros. El ritmo de este vals es “pegajoso”, con bastante vida. Cuando hace muchos años empecé yo a divulgar el folklore amazónico en las publicaciones periódicas de Lima, sobre todo en el diario “El Comercio”, noticié, también, acerca del vals La contamanina. Y allí quedó… Su reconocimiento general viene de hace poco… Añadiré a ello que dos antropólogos daneses —marido y mujer—, efectuando estudios pertinentes recorren de tiempo en tiempo América Latina, y en ella el Perú, llegan siempre a mi casa, pues hicimos amistad; en la primera visita, al escuchar algunas melodías típicas peruanas que les ofrecí a través de un tocadiscos, les agradó mucho el vals La contamanina, y ni cortos ni perezosos lo regrabaron en cinta con el propósito de incorporarlo a programas de radio en su tierra. Luego me escribieron de Copenhague, avisándome que el vals tenía mucha aceptación en esa lejana ciudad nórdica, lo que me ratificaron en una nueva visita. Letra moderna de este vals, la más popularizada, es la que cantan Benigno Tafur y Alberto Vizcarra (Dúo Loreto) en el disco long play Sabor a Selva (Lima); señalando, en el referido disco, a Javier Torres como autor:

El tiempo [3] me trajo hacia ti,
por el Ucayali
en su serpentear
yo surcando le voy
hacia ti, mujer,
para mi vivir,
yo te he de querer.
Mi cantar es así, para ti, mujer, con amor.
Contamana te vio nacer
con mucho placer.
¡Sabor a Selva!
¡Leonor!
Mi cantar es así,
para ti, mujer,
con amor. ..

Empero, estimo del caso dar una letra antigua de La contamanina (posiblemente la primera), que me proporcionó en Yurimaguas, Departamento de Loreto, la profesora Angela Hidalgo López:

Es mentira mujer que tú me amas,
nunca has conocido ese amor divino
que desciende sin mancha del cielo
a premiar la sencilla virtud.

Tus palabras de amor fueron mentiras,
mentira tu lánguido acento,
mentira tu lánguido acento,
y mentira tu falaz juramento
que temblando de dicha escuché.

Y si es cierto que tú ya no me quieres
y si es cierto que tú ya no me amas,
adiós mujer, me voy para siempre,
adiós mujer, me voy para siempre.
ya no volveré a buscar tu amor.

Por cierto, a toda música puede creársele o adaptársele diversas letras. El General Luis F. Urrelo Novoa, natural de Cajamarca, que estuvo en las guarniciones de frontera en la Selva, y en lquitos, me hizo llegar otra antigua letra de La contamanina, con el título Recuerdos de Contamana (Vals), cuya inicial cuarteta es semejante a la misma de la anterior letra reproducida:

Es mentira, mujer, tú no has amado.
no has sentido jamás ese anhelo
que sublime desciende del cielo
a premiar tu sencilla virtud.

Voy muy lejos de aquí donde no me veas,
donde pueda vivir ignorado,
donde puede vivir olvidado,
donde nadie se acuerde de mí.

“Este vals —dice mi amigo Urrelo en su nota— llegó a Cajamarca en 1908; lo llevó el señor Juan Bautista Sánchez, cajamarquino que durante algunos años se dedicó a la explotación del caucho en la selva peruana, habiendo, por tal motivo, conocido y permanecido algún tiempo en la ciudad de Contamana. La letra—termina su información el General Urrelo— me dio la señora ‘Manca Urrelo de Torres, cajamarquina y sobrina de don Juan Bautista Sánchez, quien interpretaba el vals magistralmente en acordeón”.

Nuestro gran escritor y periodista Humberto del Águila, muerto hace algunos años- el popular Charapa, apodado así en Lima por ser oriundo de la Selva, en cuya zona baja abunda la tortuga fluvial de ese nombre-, me notició que el autor del vals La contamanina fue un ecuatoriano. No pudimos conversar más al respecto porque a ambos, en Lima, nos urgía el tiempo; que-damos en vernos otro momento… pero el notable humorista y escritor de Cuentos amazónicos murió… Después, estando yo en Iquitos, ese otro notable periodista loretano, historia viviente de la Amazonía peruana, Luis Alfonso Navarro Cáuper, me mostró en su copioso archivo lo siguiente: “Según versiones de don David Mestanza Mera, nacido en Tarapoto el 30 de julio de 1889, el vals La contamanina fue traído, letra y música, del Ecuador por su autor, el ecuatoriano Alejandro Mera, primo suyo. Lo ensayó con el acordeonista iquiteño Marcelino Estrella Pérez y éste lo estrenó en Contamana entre 1905 y 1906. Originalmente el vals se llamó Leonor”. No estoy seguro de cuál sea la letra original del celebrado vals. Tampoco Navarro Cáuper lo sabe… Pero sí estoy seguro, lejos de cualquier cuestionamiento sobre autores de la música y la letra, de que La contamanina, “El vals de los caucheros”, pertenece al pueblo.

¿Y el vals Leticia? . . . En 1932 un grupo de peruanos tomó Leticia, puerto sobre el Amazonas, fronterizo con Brasil, para reintegrarlo a la Patria; otrora, pues, territorio peruano, que el Gobierno de Augusto B. Leguía cedió inicua y cobardemente a Colombia en 1922, presionado por el imperialismo yanqui. Todo resultó inútil, pero quedó este vals en el alma del pueblo:

Leticia, frontera de ambición,
que siempre Colombia admiró,
y que ayer en patriótica unión
un puñado de valientes rescató.

Cómo llora Colombia al pensar
que Leticia peruana será,
y que nunca Loreto dejará
a Colombia del límite pasar.

Un patriota encabeza el movimiento,
la sed del rescate los alienta,
y unidos como un solo peruano
juran mantener el fuego de su ideal.

Cómo llora Colombia …
No debemos los peruanos olvidar.
Imitemos a Grau y Bolognesi,
que indelebles dejaron en la Historia
su orgullo, valor y abnegación.

Cómo llora Colombia…

En la voz y acordeones de cantantes y músicos riojanos este vals subió aun la Cordillera de los Andes, enfervorizando a los pueblos del Departamento de Amazonas, donde, por entonces, yo me encontraba como maestro de escuela.


El fado

(Singular emoción de años idos nos trae la letra de este baile portugués-brasileño. Me fue proporcionada por el General Luis F. Urrelo Novoa. El fado bailábase, principalmente en la ciudad de Iquitos; también, cuando yo era niño, vi que lo cantaban y bailaban en Moyobamba; por cierto, llegó aun a Cajamarca, con el mencionado cauchero y músico Juan Bautista Sánchez, tío del General Urrelo)

Este es el fado, fediño, fadeiro,
Tan colosal y original
lleva en sus notas canciones
del alma brisas del Portugal.

Cierta vez yo vendimiando
por las riberas del Miño
este fado que ahora canto, yo aprendí;
enseñómelo un garrido
y muy pícaro Mogiño
que prendado locamente está de mí.

No bien despuntaba el día
hasta que el sol se ocultaba
ya veníame el tunante a cantar.
Eran tan dulces sus notas
y tan grande su armonía
que al sirle hube a veces de llorar.

Ahora que está muy lejos
de pena lloro,
porque a cantarme
no viene el ser que adoro.

Para cantar y bailar bien el fado
hay que nacer en Portugal,
bellas canciones que llegan al alma
y alegran el vivir.

La concertina, allá por el apogeo del caucho, fue un instrumento muy popular. Los caucheros la llevaban para distraer su soledad en el abismo de los bosques. Incluso la tañían mujeres, con mucha gracia y arte… De repente se escucha, también, la concertina en una canoa o en una balsa a lo largo de los ríos…

Como es sabido, los shilicos (celendinos -de la serranía de Cajamarca) son comerciantes por excelencia, en cuyos trajines llegan a todas partes (Les conocen como los “judíos peruanos”) No hay pueblo de la Selva donde no exista un celendino con su tienda de negocios. En estos viajes o recorridos llevan siempre su concertina a la espalda, y la tocan en las posadas de los caminos o a la puerta de sus tiendas en el silencio de las noches -huaynos, tristes o yaravíes- en añoranza de la nativa tierra distante.

Aparte de la concertina, ya caída un tanto en desuso, los instrumentos musicales más comunes de la Selva son la quena, guitarra, flauta, acordeón, rondadora (andara o antara), clarinete, arpa, violín, mandolina, bandurria, cabaquiña, banjo, rondín, bombo, tambor o redoblante, triángulo. Consignaremos también los de las “bandas de músicos” (pistones, etc.), puntualizando, sin embargo, que estos conjuntos musicales casi están desapareciendo de les pueblos de la Selva, mientras que no hay pueblo serrano que deje de tenerlos.

Precisamente, la existencia de dichas “bandas de músicos” en los pueblos de la Selva se debió a músicos serranos, del Departamento de Amazonas o de Cajamarca, quienes eran contratados para organizarlas. Así, me acuerdo que la llegada a Saposoa de la Banda de Músicos del “maestro” José Santos Huamán conmovió a la población con la brillantez de sus instrumentos metálicos y sus aires atronadores; los muchachos, como yo por entonces, les seguíamos, asombrados; todos queríamos ser músicos. El andino maestro Huamán, que había ido con su “banda” completa, contratado por un enriquecido cauchero de Saposoa para solemnizar mejor las fiestas de la Virgen del Carmen, Patrona del lugar, volvió a Rioja, donde residía, luego de organizar en Saposoa un, excelente Banda de Músicos con jóvenes voluntarios.

Principalmente en la cuenca del río Huallaga, Departamento de San Martín, se usa el instrumento llamado didín, compuesto de un tambor muy pequeño y una quena. El músico toca ambos instrumentos a la vez, manteniendo el tamborcito a la altura de la barbilla sujetado mediante un cordel a la mano derecha, con la que, igualmente, sostiene la quena en la boca; y con la izquierda maneja el palillo del tambor.

El didín se toca sobre todo en los bailes de los velorios de párvulos; así como en los recorridos que efectúan periódicamente los “santeros”: éstos con la imagen en yeso o madera de una “santa” o “santo” a la espalda van pidiendo limosna por los pueblos, al melancólico son del didín, que es ejecutado por un acompañante especializado en ese instrumento. A veces reemplaza al didinero un soplador de caracol marino, quien anuncia desde lejos la llegada a los poblados.

Antes, hermosas muchachas solían tañer el arpa, especialmente en la vieja ciudad de Moyobamba, con mucha influencia española.

En la angustiante soledad de las noches selváticas —en chacras, haciendas, “puestos” de trabajo—, los hombres desfogan su nostalgia a través de una guitarra o de una mandolina. En las paredes de todas las chozas cuelgan junto a las carabinas, escopetas, hachas y machetes, aquellos instrumentos.

El hombre de la Selva es aficionado a la guitarra. Hay notables guitarristas en todas las ciudades y pueblos; a veces, en las noches de luna, aun a horas avanzadas, sentados a la puerta de las casas, con muchachas en torno, entregan todo su repertorio, si-no andan en afanes de serenatas por los barrios, costumbre muy arraigada, dicho sea de paso, en las poblaciones de la Selva. Serenatas que, incluso, la efectúan grupos de hombres y mujeres.

Muy alabados son los guitarristas de Moyobamba y Rioja, así como famosas las guitarras que se fabrican en esas ciudades, de madera fina de los bosques. Rioja es la capital de la provincia de su nombre, situada en la Ceja de Selva, Departamento de San Martín; en este lugar, casi todos sus habitantes, hombres y mujeres, tocan guitarra, siendo, asimismo, muchos de ellos eximios tañedores de acordeón. Acordeonistas riojanos suelen subir la Cordillera de los Andes y recorrer los pueblos del Departamento de Amazonas, haciendo bailar a las gentes con sus músicas y sus cantos, pues son también excelentes cantores de aires populares. Generalmente realizan esas giras con ocasión de religiosas fiestas patronales, de las Fiestas Patrias, los Carnavales, o van contratados especialmente. Afamados acordeonistas y cantantes de la bella Rioja fueron, entre otros, Teobaldo y Pedro López.

Actualmente, orquestas modernas están desplazando a los músicos tradicionales de quena, bombo y tambor. Estábamos olvidando mencionar a los muy típicos “sopladores de hojas”. Estos, presionando con los labios, arrancan a la perfección cualquier melodía a las hojas de ciertos árboles, especialmente del naranjo o del café, y muchas veces, a falta de otros músicos en el pueblo, ellos son utilizados en los bailes. Forman verdaderas orquestas.

[1] Asimismo, esta parte pícara del baile es llamada puntaleo o siquinchco (De puntear con el dedo índice o con el pie el cuerpo de las mujeres: y tocar a éstas en el trasero: en quechua, siqui, culo, trasero)

[2] La denominación de dicha fiesta se originó del hecho de que una humisha “parada en la esquina de su casa” por un vecino (Marcial Valles) del barrio de Lluichucucha, en la ciudad de Moyobamba no fue “cortada” el 24 de junio porque “faltó el tiempo”; quedó para el siguiente día 25, y desde entonces el pueblo hizo suya esa festividad anual.

[3] Yo he transcrito así en mi novela “Belén” (1971) aunque parece ser “el que” o “quien”, según disco. A mí, sin embargo, me gusta más “el tiempo”.